El genovés Alessandro Magnasco comenzó por ser aprendiz en el taller de Valerio Castello. A la muerte de su padre, se trasladó al estudio de Filippo Abbieti en Milán, donde recibiría una influencia notable de la técnica plástica lombarda: formas y personajes apacibles, atmósferas grisáceas y ocres de donde emana una iluminación magistral.
Una constante en la pintura de Magnasco fue la inserción de pequeñas figuras humanas en entornos naturales que protagonizan la composición. Para fines del siglo XVII se había especializado en el género paisajístico, al lado de los maestros Francesco Peruzzini y Clemente Spera; de esta época datan La recepción en el jardín –elaborada bajo el mecenazgo del conde Girolamo di Coloredo– y dos versiones de Paisaje con peregrinos, una de las cuales ahora forma parte de la colección de Museo Soumaya.
Óleo resuelto con la presencia de un árbol inmenso, que se dirige en diagonal hacia el extremo superior izquierdo de la obra, presenta el realismo propio de la pintura milanesa del setecientos. Una versión idéntica se conserva en los fondos del Museo del Louvre.
Con un cromatismo pálido, el artista desdibuja el paisaje del plano de fondo para exaltar la magnificencia de troncos y follaje. Magnasco encontró empatía con la introversión de los artistas lombardos, y esto lo atestiguan las figuras de dos peregrinos que reposan plácidamente en el primer plano del cuadro. Su actitud, intimista y relajada, le confiere un matiz de lejanía a las arquitecturas que se vislumbran y que, al parecer, aguardan sin prisa su llegada.