Durante los meses de confinamiento extrañé mucho el paisaje de mi ciudad Rafaela, también conocida como “La perla del Oeste” o “Corazón de la cuenca lechera”. Bordar es una actividad muy lenta, que me ayuda a matar el tiempo y detener el pensamiento. Aprendí el oficio de mi abuela Lía. Me gusta tejer porque me interesa el linkeo con la historia: las comunidades andinas usaban el tejido para contabilizar, para hacer puentes y enterrar a los muertos. Mi abuela borda y teje para regalar, y mi abuelo cosía “para afuera” (era sastre). El tejido transforma los contextos y los espacios cotidianos. Una pieza hecha a mano sobre una mesa, sobre el suelo o colocada sobre la cabeza, transforma el espacio para ser utilizado con propósitos rituales, como un mantel en una cena. En el tiempo que estuvimos separadas, soñaba con un frenesí carioca en la pampa salvaje mi perla del Oeste.