Physis

Después de una etapa de abstracción en la que la forma, geométrica y dominante, era simple, regular y repetitiva (Sebastián se recreó en el módulo y trazó con él decorativas y lúdicas cenefas, o tal vez agobiantes laberintos) el pintor empezó a primar un trabajo de indefinición y graduación cromática que también, en sus primeras obras, aparecía, pero que ahora ya no se presentaba como “fondo” sino que empezaba a entablar batalla con la estructura. Desde un análisis simplemente visual, relacionar Physis con el trabajo anterior del autor conduce a entender la pieza (y toda la serie homónima a la que el lienzo pertenece) como un paso significativo en tal proceso: en Physis la geometría tanto promete sobresalir como termina retrocediendo; tanto empieza a emerger como tiende a disolverse. (Incluso en algunos lienzos de la serie Sebastián rehúye toda forma geométrica y presenta sólo un magma cromático: éste se enseñorea, dejando a aquélla sólo para los límites del soporte).
Y es que este lienzo, como la serie, guarda alguna relación con la obra anterior del autor. El tiempo de las cenefas, a primera vista lúdico, a la postre resultaba desesperante por ser eternamente laberíntico: era un tiempo circular. También la materia de Physis es inicialmente gozosa: ahora por ser grandiosa y etérea, inmensa y generosa; pero a la par la obra acaba introduciéndonos en una suerte de estado de pérdida, de falta de dirección.
Physis, jusiV, es término que remite a una comprensión de lo que designa (“naturaleza”) como materia primigenia y por ello primordial. La serie está basada en los cuatro elementos descritos por la filosofía natural presocrática como fundamentales: tierra, agua, aire, fuego. El Universo insinúa una armonía, pero aún batalla con el desorden y el caos.
Volver a la filosofía presocrática... No sé si Sebastián rechaza el posterior esfuerzo. Desde luego lo cuestiona. La imagen ofrece un nuboso espacio en el que atisbos de luz espléndida se acompañan de simas de ilimitado vacío. El equilibrio parece perfecto; pero el movimiento presente no podemos asociarlo a una dirección concreta. No sabemos si la imagen retrocede hacia atrás; si se dirige hacia adelante. Si es su ritmo general concéntrico, si es expansivo. La naturaleza ostenta en cualquier caso su libre albedrío. Nuestro orden es insuficiente. Allá de donde emerge el cuadrado es también ahí donde va a disolverse. La obra impele a imaginar antes sólo algo igual a lo que vendrá después.
Amaya Ascunce Parada