Cántaro cerámico elaborado con arcillas con desgrasante medio, a torno y cocción oxidante. Presenta cuerpo globular de tendencia piriforme, fondo plano, cuello indicado y cóncavo, borde ligeramente invasado y labio recto. Está dotado con un asa de sección ovalada.
No tiene decoración pero sí un sello en la parte superior del asa.
Los cántaros de aguadores parecen corersponder, preferentemente, a la producción del siglo XVIII, ya que su cabida (sobre 8,3 litros) coincide con la que se fijó en las Ordenanzas del Gremio de Alfareros en 1751.
Los cántaros hallados muestran, en casi todos los casos, dos marcas impresas, señaladas como obligatorias en 1751: la de la ciudad (el león rampante) y, quizás, dos círculos concéntricos que pudieron servir como señal de su revisión, así como la del cantarero (una letra, iniciales o signos), que los identificaban y servían para comprobar si habían torneado el número de piezas comprendidas por el Concejo.
En la ciudad de Zaragoza hubo un elevado número de talleres dedicados a la producción cerámica de bienes de uso diario como los cántaros, que presentan escasa o nula decoración.