Ciudad y naturaleza, dos de los ejes sobre los que se asienta el trabajo de Salaberri, están unidos en este cuadro. La ciudad como el entorno urbano que crece y construye el paisaje cotidiano con el que convivimos y la naturaleza como el referente que no hay que perder de vista en esa idea del pintor navarro de la naturaleza curativa, a la que recurre para dejar descansar su mirada y liberarse del peso de la civilización. El primer plano de este cuadro nos transporta directamente a los edificios de la Universidad Pública de Navarra, al entramado de la ciudad universitaria, conformado por caminos y edificios. Pero enseguida Salaberri lleva su mano, y con ella la mirada del espectador, hacia la silueta de una ciudad que se perfila a lo lejos a la par de los montes (siempre identificables) que rodean Pamplona. Se presentan así dos planos con su luz, intensidad y elementos propios que bien podrían ser dos obras distintas que se unen en una sola. De alguna manera, subyace de nuevo la idea de los espacios del alma, aquellos que el pincel perfila y evoca pero no delimita; y de los espacios del mundo exterior, ya definidos y dibujados sobre el lienzo. Salaberri pinta lo que vive y vive lo que pinta y eso en definitiva implica una aproximación al motivo, en este caso al paisaje que necesita transitar y conocer antes de plasmarlo, para que luego quede en el lienzo como una reconstrucción de lo ya vivido. Por eso, éste y casi todos sus paisajes, urbanos o de la naturaleza, pueden ser al mismo tiempo reales y soñados, sencillos o de gran complejidad, racionales y poéticos. Esta obra de Salaberri muestra su intencionalidad de sintetizar: un empeño –logrado– de discernir lo esencial de lo superficial; algo que ha ido manifestándose con los años en su pintura, de la misma manera que, en la vida, a medida que se madura se valora lo esencial. Y por eso se queda con la forma dibujada o perfilada y el color, matizado siempre por la luz que cambia cada día, cada hora, cada estación, delimitando paisajes diferentes de una misma imagen real. El sol entre las nubes, la luz del atardecer, la ciudad que se queda poco a poco silenciosa, sin estridencias; escenas estáticas que adquieren movimiento gracias precisamente a la incidencia del paso del tiempo, como esta mirada a un atardecer en la Universidad.
Alicia Ezker Calvo