María Ignacia de Azlor y Echeverz ha trascendido como una de las precursoras de la revolución pedagógica virreinal. Dedicó su fortuna y consagró su vida a la educación de las mujeres. Fundó el 11 de enero de 1755 la primera escuela pública femenina en la Ciudad de México. Su obra abarcó también los estados de Puebla, Durango, Guanajuato y allende los mares, Filipinas y Venezuela.
Dotada de una fina sensibilidad religiosa e imbuida de ideas ilustradas sobre el valor y la función social de la educación, para la especialista Pilar Foz y Foz, a la muerte de sus padres la joven Ignacia se refugió en el Convento Real de nuestra Señora de la Concepción. En 1737 viajó a España e ingresó en el centro religioso de las hermanas de la Compañía de María Santísima y Enseñanza de Tudela donde tomó el hábito en 1745. Pidió entonces al rey Felipe V (1683-1746) la licencia para fundar un convento en su tierra: instituyó el convento y colegio de Nuestra Señora del Pilar de Religiosas de La Enseñanza y Escuela de María.
La hija de los marqueses de San Miguel Aguayo debió haber sido pintada antes de la muerte de sus padres. Se trata de la única imagen de la que se tiene noticia de la monja marianista vestida sin el hábito que la recuerda en su gran empresa. Se conocen otros tres retratos: de Andrés de Islas (activo hacia 1753- 1773), óleo sobre lienzo en el acervo de la
Compañía de María, Guadalajara; otra pintura, del mismo autor, en el Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, Estado de México; y una calcografía de José Simón Larrea o La Rea (activo hacia 1793-1820), en una colección particular.