Pintor de la corte de los Estuardo en la época de Carlos I, Van Dyck nació en Amberes y fue el más notable discípulo de Rubens. Viajó por los Reinos italianos y de regreso a Flandes, en 1627, abordó temas mitológicos y sobre todo retratos. A este periodo corresponde el de Ferdinand van Boisschot, quien fue uno de los mecenas del artista.
La obra refleja el carácter sobrio y aristocrático de este personaje que le encargara un San Martín (1621), y que el pintor ejecutó como una de sus mejores obras religiosas.
En el pecho, lord de Zaventem muestra la cruz española de la Orden de Santiago, que manifiesta su fe y la alta dignidad moral por la que fue reconocido. Se conocen dos versiones más de un primer retrato hoy perdido: una la conserva la Galería Sackville y la otra el Castillo Warwick, en Gran Bretaña. Entre ellas, el investigador Enrique Valdivieso ha considerado la de Museo Soumaya como la de mejor ejecución.
De Piles dice que tenía sesiones de sólo una hora con cada modelo, por lo que su producción fue cuantiosa. Mantenía sirvientes, músicos, cantores y bufones para divertir a las damas y caballeros que acudían a retratarse –cuenta Bellori sobre el pintor– y mientras posaban les preparaba una espléndida comida. Van Dyck era apuesto, galante y vestía con lujo: fue il pittore cavalieresco de los nobles y burgueses del siglo XVII.