Jacopo Robusti fue llamado el Tintoretto debido a la profesión de su padre, teñidor de telas. Durante la década de 1540, Robusti se dedicó a la experimentación pictórica, influido por los trabajos de la Escuela romana. Su manera vigorosa alla prima, así como su originalidad y maestría, impactaron los ojos de la sociedad veneciana y lo convirtieron en uno de los artistas más prolíficos.
A diferencia de los mundos fantásticos que figuran en sus lienzos religiosos y mitológicos, en la práctica del retrato se apegó más a plasmar con realismo los rasgos fisonómicos que al estudio de la personalidad y psicología del retratado. Manejó a menudo dos tipos de composición: la figura girada de tres cuartos y ubicada a espaldas de una ventana, o aquella en que destacan rostro y manos sobre un fondo oscuro.
El Retrato de un caballero veneciano formó parte de la colección del conde de Radnor, quien también poseyera el Retrato de Juan de Pareja, de Velázquez. En esta obra el claroscuro intensifica la vitalidad del retratado. La gravedad en la expresión de su rostro y la sobriedad de su vestimenta revelan el rango social del personaje. La obra fue atribuida primero a Tiziano por Waagen (1845), y luego correctamente adscrita al Tintoretto por Berenson (1932), Pallucchini (1950), De Vecchi (1970), Rossi (1973) y Pérez Sánchez (2004).
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