El retrato de sacerdotes fue recurrente en la primera etapa de Hermenegildo Bustos, hacia la década de 1850. En ellos, sólo es constante la sotana negra sobre el fondo neutro. Fiel a sí mismo, Bustos representó a cada uno a partir de su aguda percepción visual, con el personaje como centro.
Del fondo sobresale el rostro de un hombre con mirada profunda. Hermenegildo Bustos fue un cronista visual; trabajó para inmortalizar a las personas de la región en la que vivía. Es posible que este joven sacerdote fuera miembro de alguna de las familias de la localidad o que hubiese colaborado en la parroquia de su pueblo, como lo hiciera también el pintor. x
La sinceridad artística y el realismo pictórico que luego los maestros del siglo XX discutieron, defendieron y anhelaron fueron ya constantes en la pintura de Hermenegildo Bustos, quien sin complejidades, con modelado fino y fuerza expresiva, inmortalizó la historia privada de una comunidad donde el carácter de lo humano prevaleció más allá de su tiempo. Apunta el coleccionista Gonzalo Obregón: Este retrato es de pequeño formato pero de gran calidad […]. La finura del modelado, la fuerza expresiva del artista, junto con el interés psicológico del retratado, hacen de esta efigie una de las obras maestras de Hermenegildo Bustos, y uno de los más bellos ejemplares de retratos mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX.