Las esculturas de la Virgen Dolorosa y San Juan son resultado del trabajo en conjunto de varios especialistas: por un lado, están los entalladores de madera, quienes se encargaron de los cuerpos sobre los que se colocaron láminas de plata cinceladas imitando suntuosos estofados realizados por maestros plateros y, por último, el trabajo de los escultores de marfil en rostros y extremidades. Lo que distingue a estas obras como guatemaltecas es el rico trabajo de platería y la expresividad de rostros y manos. La procedencia del Cristo crucificado denota una marcada influencia hispano-filipina, aunque igualmente pudo haber formado parte de un conjunto guatemalteco semejante.