Esta pintura, que proviene de un convento de la ciudad de Toledo y que perteneció a las colecciones de Siravenge y de Félix Fernández Valdés Izaguirre, es una variante de la bella obra del Greco que resguarda la Fundación Casa de Alba en Monforte. Ambas se inspiran en la tabla San Francisco recibiendo los estigmas (c 1567- 1570), del Instituto Suor Orsola Benenincasa de Nápoles. En 1995 fue exhibido en la muestra Del Gótico al Neoclasicismo en la Caja Salamanca y Soria, España.
El cuadro inspiró la estampa del artista Diego de Astor (fines del siglo XVI-principios del XVII), cuya imagen ha sido venerada desde 1606 en todos los conjuntos conventuales dedicados a san Francisco.
Theotokópoulos expresó en este magnífico lienzo la conmovedora espiritualidad de la Contrarreforma. De acuerdo con los estudios de Alfonso Pérez Sánchez, […] esta obra autógrafa del Greco, [muestra a] san Francisco, [en un modelo] conocido como san Francisco Hamlet […] cuya genial caracterización del maestro hizo que se popularizase y fuera reclamado.
Una calavera como punto central afirma el desprecio por las banalidades del mundo. En la íntima atmósfera que acoge a los personajes se abre el cielo y la luz del Espíritu Santo, que cobija la devoción de los hermanos.
El regreso a la vida ritual de los primeros tiempos cristianos que procuró la orden mendicante se aprecia en la austeridad de los hábitos y en el juego de miradas.
El beato Hermano León fue el primero en hablar de la resurrección de Francisco y con amor se postra ante el maestro, quien fue elevado en cuerpo glorioso ante Cristo. El Greco pintó con fervor el profundo significado de las palabras del santo de Asís: La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús; «Yo lo miro y Él me mira».
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