El Barroco de José de Ribera bebió del carácter tenebrista de su primer maestro, Francisco Ribalta, pero su permanencia en Nápoles también lo acercó a la pintura de Michelangelo Merisi, il Caravaggio (1571-1610).
En este expresivo san Pedro, de un fondo oscuro emerge la figura con gran austeridad.
El rostro, de fuerte sentido humanista y áspero realismo, lo consiguió Ribera mediante una pincelada que deja surcos en la superficie, y así muestra la devoción del apóstol y enfrenta al espectador con una profunda experiencia religiosa. El gesto de sus manos habla de arrepentimiento y la tensión espiritual se transmite con violentos contrastes lumínicos.
El lienzo, estudiado por el investigador Nicola Spinosa desde 1978, aparece en múltiples catálogos críticos. En un primer momento, el profesor Spinosa creyó que se trataba de obra de taller, pero, tras estudiar la pintura directamente, indubitablemente la considera como autógrafa de Ribera, tal y como aparece en su nuevo catálogo razonado del pintor, señala el investigador Benito Navarrete.Debido a la postura y facciones del santo, al drapeado de la tela y a los colores, esta obra es cercana a la imagen del profeta Elías que pintó en el templo de la Cartuja de San Martín, por lo cual podemos situarla en uno de los mejores momentos de la producción del Españoleto.