El hecho de que al bodegón también se le conozca como naturaleza muerta se debe a la ausencia total de cualquier movimiento o vida en los elementos que intervienen en estas composiciones. Los más frecuentes fueron piezas de caza y pesca, frutas, hortalizas y flores a los que se unían telas, cacharros de cerámica, piezas de cestería, vidrio o metal utilizados en cocinas y servicios de mesa.Aunque surge en el siglo XVI, es uno de los géneros más fecundos dentro de la vertiente profana del arte en el siglo XVII. No obstante, a pesar de ser muy apreciado por la clientela de la corte los tratadistas de la época lo consideraron, al igual que sucedía con el paisaje, como un género menor y secundario.Las características que definen al bodegón español se fijan a comienzos del siglo XVII, gracias en gran medida a las creaciones de Sánchez Cotán.El rasgo más definitorio es la austeridad. A diferencia de la acumulación ostentosa de los flamencos, el bodegón español se compone de pocos elementos rigurosamente ordenados, por lo general aislados entre sí, dispuestos en hilera sobre el borde de una mesa, un vasar o el alfeizar de una ventana, que pudiera ser una despensa o una fresquera. En ocasiones también aparece una segunda hilera con alimentos colgados.La luz adquiere un protagonismo extraordinario para conseguir los efectos deseados de verismo, profundidad y volumen. Una luz intensa procedente de un foco externo incide lateralmente sobre el primer plano dejando el fondo en penumbra sobre el que se recortan los volúmenes de los objetos.Tienen un marcado carácter naturalista. En su afán por obtener efectos de realidad los artistas copian del natural y reproducen con exactitud los más mínimos detalles.En general, estos bodegones transmiten sencillez y sensación de quietud, como si formaran parte de un escaparate de objetos dispuestos para ser contemplados.Este esquema básico pervivirá como modelo, aunque a partir de 1620 se enriquecerá incorporando más objetos gracias a la difusión de los modelos flamencos e italianos.Estos rasgos tan característicos están presentes en las obras que configuran la composición que tenemos delante. No obstante, se hacen más evidentes si comparamos estas piezas con la obra de Alexander Cossemans situada abajo a la izquierda. Su principal misión aquí es ilustrar las diferencias que existen entre el bodegón español y el flamenco, del cual nos sirve de ejemplo. Frente a la sencillez se opone la abundancia de objetos, frente a la austeridad la opulencia y frente a la claridad compositiva el desorden. Otro rasgo suyo muy característico consiste en incluir objetos de vidrio para aprovechar las cualidades estéticas que proporciona su transparencia.Si observamos la obra situada justo encima constataremos las diferencias a las que hacíamos alusión. Es un bodegón de gran simplicidad en el que el pintor se ha servido para componerlo de objetos metálicos de cobre y plata alineados sobre una repisa.En el centro la obra de Juan Esteban de Úbeda nos ofrece una variante de este género conocida como bodegón con figuras. Solían representar interiores de cocinas con sus habitantes o escenas de mercado que incluían a los vendedores, por lo que estaban a medio camino entre este género y el cuadro de costumbres. Si la abundancia de elementos nos trae a la memoria los bodegones italianos y flamencos, la disposición ordenada y la oscuridad del fondo nos devuelve al tipo español. El artista presenta un rico repertorio de viandas clasificadas en dos alturas: abajo, repartidas en dos mesas, frutas, verduras, hortalizas diversas y piezas de pan bajo unas servilletas dobladas. Arriba, colgadas de una viga y rigurosamente alineadas,diversas piezas de caza y de carnicería.Aunque no se descarta que se trate de una escena de mercado, la presencia de frutas abiertas, de piezas de vajilla y de mesas en vez de un mostrador, podría indicar que en realidad se trate de una escena que se desarrolla en el interior de una cocina por donde transitan cuatro personajes. Quizás el niño y el joven ofrecen su mercancía a los señores de la casa. En el borde de la mesa Esteban de Úbeda dejó reflejada la autoría de la obra y la fecha de ejecución, 1606.A la derecha del Esteban de Úbeda se sitúan otros dos bodegones, el del nivel superior, realizado por Mateo Cerezo, sigue las líneas básicas del modelo español. Presenta la particularidad de que los alimentos expuestos, ordenados en el primer término, provienen del mar. En el primer término, junto a un pan, dispone ordenadamente un cangrejo, un erizo abierto por la mitad y una lamprea enroscada en otro pez. Detrás, en segundo plano, varios cacharros de cocina y una rodaja de pescado puesta de perfil.El bodegón del nivel inferior es obra de Alejandro de Loarte, pintor afincado en Toledo donde fue muy conocido por sus naturalezas muertas. Recogiendo el testigo y las enseñanzas del también toledano Sánchez Cotán, Loarte se convertiría en uno de los bodegonistas más importantes de esa ciudad. Si comparamos este cuadro con el del fraile cartujo que se expone en el muro de la derecha se hacen evidentes las deudas respecto a los modelos del maestro, aunque sin llegar al grado de perfeccionismo de Cotán. No sólo utiliza los mismos frutos, como el cardo y las zanahorias, sino que se sirve idénticos recursos compositivos como el uso del alféizar de la ventana como marco, el riguroso orden alineado y, como hiciera Cotán en otros bodegones suyos, la distribución de los alimentos en dos niveles, unos sobre el alfeizar y otros colgados. También procede de las experiencias de Cotán el estudio de los efectos de la luz para conseguir profundidad y volumen.