Durante una tormenta de polvo en un agosto cordobés, imaginé una tempestad arrasando las formas establecidas. Ver a un ser querido morir por exposición a agro-tóxicos me puso en el cuerpo, una vez más, la pregunta de por qué hacemos lo que hacemos. El deseo, la posibilidad latente de que la forma actual de proceder sea sólo momentánea. Vivir en una provincia con sólo 2 % de su bosque nativo, contemplar campos infinitos de monocultivos desde la ventanilla de un auto. Asistir al modo en que la tecnología torna real lo que antes era fantasía y la aparición de colectivos humanos contra estructuras titánicas. Nuevas formas de hacer. Antiguos dioses. Lucha interna y externa. Concibo a las herramientas digitales como una posibilidad de subvertir elementos cotidianos y así generar otras visiones. Un potencial de subjetividad ampliada en el límite de mi capacidad y el de la máquina, para hacer extraño el lugar común, desnaturalizar este presente, esta oportunidad.
La imagen está realizada a partir del modelo 3D de una cosechadora agrícola, generado por fotogrametría (escaneo digital tridimensional de un objeto físico a partir de múltiples fotografías), posteriormente renderizada en un entorno digital. El resultado de estas operaciones se imprimió sobre lienzo de algodón. La imagen se finalizó con capas sucesivas de óleo y barnices que buscan hacer coexistir el gesto humano con el resultado digital. Fuente: Catálogo Premio Itaú Cultural Artes Visuales 2019-2020.