En la pieza titulada El festín reúne sobre el lienzo figuras de animales, frutos y objetos inanimados, en un conjunto que a pesar de su disparidad, guarda relaciones internas de pesos y contrapesos. El artista divide la superficie a través de dos diagonales que al cruzarse marcan una zona luminosa al centro con el tono amarillo de una fruta; contraste que hace resaltar los violetas y rojos predominantes en el cuadro. La horizontalidad del enorme pez que aparece de manera insólita en la parte superior, funciona como una gran carga visual que se compensa con las áreas laterales de tonos blancos, repetidos en la imagen de la máscara, logrando un balance armonioso de todos los componentes. La mirada se recrea con el juego de perspectivas con las que el autor construye esta versión singular y vigente del viejo género del bodegón.