Ungüentario de vidrio de cuerpo globular o esférico con base cóncava, cuello cilíndrico largo y borde exvasado y de perfil liso. El cuello, claramente diferenciado de la panza, presenta una leve desviación respecto del eje vertical de la misma, creando un dimorfismo lateral perceptible que queda más patente en el borde de la boca. De factura cuidada, es traslúcido y de tonalidad verdosa azulada.
El descubrimiento del vidrio soplado para la elaboración de contenedores, a mediados del siglo I a.C. en Siria, conllevó la aparición de numerosos recipientes fabricados con esta técnica, al inicio copiando tipos metálicos y de paredes finas, que en ocasiones llegaron a sustituir a otras vajillas de mesa. Su fabricación en la Península Ibérica queda documentada en la segunda mitad del si I d.C. y, en la zona que nos ocupa, Caesaraugusta, el uso de dicha tecnología esta atestigüada entre el 50 y 60 d.C.
Su uso como contenedores de perfumes y esencias, en ocasiones, hacía necesario la prolongación del cuello del recipiente, con objeto de dosificar las sustencias; en ocasiones, además, se sellaban para almacenar el contenido y evitar que se derramara, por lo que para utilizar su contenido debía romperse el cuello, por lo que algunos ejemplares han llegado hasta nosotros con el borde y cuello fracturados.
Los ungüentarios, también llamados balsamarios, son piezas bastante comunes en el mundo romano y sus formas, color y calidad han ido evolucionando; la tipología globular de estas piezas aparece hacia la época de Tiberio y Claudio, siendo la sección de la panza oval (más estrecho hacia el cuello, con forma de pera). En el siglo IV se generaliza un modelo en el que destaca el desarrollo exvasado de la boca (en forma de embudo).
Este tipo de recipientes de vidrio también son frecuentes en época islámica en la Península Ibérica. La tipología concreta de esta pieza, caracterizada por un cuerpo globular pero aplanado en su unión con el cuello, hace pensar en su pertenencia a esta etapa cultural.