La hermosa imagen pintada sobre lámina de cobre, con dibujo ingenuo y devocional a quien acompañan los marcos simulados con moldura –propios del tránsito al Neoclásico–, muestran las cuatro apariciones de la Virgen ante el indio Juan Diego en el Tepeyac; son testimonio de la entrañable veneración que se rendía a la entonces recién proclamada Patrona de Nueva España por el papa Benedicto XIV. Mención aparte es el marco de plata labrada y repujada, autoría del ensayador Diego González de la Cueva, cuyos registros históricos lo documentan en nuestro país a mediados del siglo XVIII. Explica Felipe Castro Gutiérrez: Los ensayadores eran los responsables de comprobar la «ley» o contenido intrínseco de las barras de plata o tejos de oro que llevaban los mineros o comerciantes a las cajas reales, […] para pagar los debidos derechos fiscales. González de la Cueva, además de ocuparse de estos menesteres contables, aparece referido por la especialista Cristina Esteras Martín quien identificó una fuente con cenefas de autoría suya en el Museo de Pamplona, España, así como varios objetos suntuarios en México y Venezuela, entre otros.