En el año 1251 el monje carmelita san Simon Stock (1165-1265) le pidió en oración a la Virgen María, a quien cariñosamente llamaba Flor del Carmelo, una señal de su gloriosa protección para la orden religiosa que él dirigía. Ella se manifestó rodeada de ángeles y le entregó un escapulario, con la promesa de proteger en vida y muerte a todos aquellos que lo portaran devotamente. Por esta razón este objeto representa para los creyentes cristianos una ayuda durante el tránsito hacia el Purgatorio. La conmemoración de esta aparición fue establecida por el papa Benedicto XIII en 1276.
Existen diferentes versiones iconográficas de la Virgen del Carmen. Es común encontrarla con las ánimas del purgatorio que claman su ayuda, también en patrocinio que protege a civiles, monjas y sacerdotes.
La obra fue realizada en 1776 por José de Páez, prolífico pintor en Nueva España, notable por sus trabajos religiosos y civiles. Sus trazos suaves hacen ver los rostros iluminados de manera tierna y delicada, características de las imágenes piadosas virreinales.
Sobre un fondo de nubes, la Virgen del Carmen carga en su brazo izquierdo al pequeño
Jesús, cuyos pies descansan en una peana de querubines; el Niño sostiene el orbe celeste. María lleva en su mano derecha el escapulario con el escudo de la orden carmelitana: el monte con una cruz y las tres estrellas, insignia que también se muestra en la prenda. Sobre sus hombros cae un manto blanco con brocados dorados que contrasta con el color café del hábito.
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