Durante siglos, no fue frecuente que los artistas firmaran sus obras. En Flandes, a principios del siglo XVI, tampoco era lo habitual, y los investigadores pueden encontrar grandes dificultades en descubrir la identidad de los creadores. Así sucede con esta pintura, atribuida al llamado Maestro del Papagayo. En ella, la Virgen sostiene con ternura al Niño, que duerme tranquilamente sobre su pecho. Al fondo aparece José, representado como un anciano, tal y como era costumbre en la época. La pintura muestra en un bodegón en primer plano algunos elementos simbólicos, como las uvas, asociadas con el vino, la sangre de Cristo y la eucaristía o la manzana, simbolo del pecado. Estos elementos dan explicación al aire de consternación que recorre la familiar escena Esta composición debió gozar de cierto éxito, pues conocemos otra versión, sin las frutas y san José, conservada en el Kunstmuseum de Basilea.