A manera de un Grand Tour, en este conjunto de vedutas el artista expone algunos de los lugares más representativos de la ciudad italiana. Destaca en el centro la representación que, desde el puerto de Mergellina, abarca toda la cuesta. Con una perspectiva distorsionada, a la derecha aparecen los jardines de la Villa Real y termina con el Castillo del Huevo sobre la isleta de Megaride. El Vesubio protagoniza cinco vistas, desde sus sorprendentes erupciones nocturnas hasta las fumarolas en las apacibles horas matutinas. Único volcán todavía activo en Europa, es el mejor estudiado y el más conocido del mundo.
En la parte superior se aprecia la Casina del Fusaro; erigida sobre el lago homónimo, fue encargada en 1782 por Fernando IV al arquitecto Carlo Vanvitelli para fungir como su residencia de caza. Las islas Procida e Ischia ocupan el segundo recuadro de la base. La primera es más pequeña y se caracteriza por una naturaleza virgen. La otra, ocupada por los colonizadores griegos, exhibe una evidente morfología volcánica.
También se observa una vista de Capri, promontorio rocoso que se separó de la península sorrentina durante la Prehistoria. Elegida por Tiberio (42 a. C.-37 d. C.) como sede de su retiro, en este gouache aparece con embarcaciones en primer plano y la comuna de Anacapri en el fondo. Con esta obra el autor quiso rendir homenaje a algunas de las vistas que ennoblecen la ciudad partenopea. A pesar de las dimensiones reducidas, el artista cuidó cada detalle. El escritor francés Stendhal (Henry Brulard, 1783-1842) saludó la ciudad en su diario de viaje en 1817: Parto. No olvidaré ni la calle de Toledo ni todos los otros barrios de Nápoles; a mis ojos es, sin comparación, la ciudad más bella del universo.
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