Vista de San Pedro iluminada

Pável Petróvich (1754-1801), futuro zar Pablo I de Rusia, y su esposa Sofía Dorotea de Württemberg, rebautizada María Fiódorovna (1759-1828), obtuvieron el permiso de la emperatriz Catalina, la Grande, para viajar a Europa occidental. Cuando llegaron a Roma en 1782, un año después de haber partido, fueron recibidos con suma pleitesía, ya que el papa Pío VI (1717-1799) mantenía relaciones comerciales con Stanislao Siestrzencevicz, arzobispo de Mohilow, Bielorrusia. A la hospitalidad de los Estados Pontificios se sumó la orden del vicario de Cristo, quien dio instrucción de que se iluminase la Basílica de San Pedro y que se prendiesen fuegos artificiales desde el Castillo de San Ángel en su honor.
En esta obra pueden apreciarse las dotes del esbozo arquitectónico del autor, quien recrea la escena el mismo año en el que tuvo lugar el acontecimiento. Especializado en los paisajes urbanos, el pintor francés muestra la algarabía causada por el arribo de los herederos de la dinastía Romanov, a partir del tránsito alrededor del Obelisco de Heliópolis y la luz que despide el santo recinto. Aunque se desconoce si el artista presenció el acto, éste debió resultarle muy significativo, ya que la mayor parte de su producción suele centrarse en panoramas franceses como La fontaine des innocents (La fuente de los inocentes) o La Rue du Fouarre (La calle Fouarre).
Amén de ello, cabe destacar que dos años antes había pintado El palacio de Luxemburgo iluminado por la fiesta de reyes en 1780, en el cual destella la sede del senado francés de manera similar.