El cuadro representa una vista de Madrid, con el Puente de Segovia como eje y la prolongación en la Calle Nueva, la Cuesta de la Vega, el casco viejo de la ciudad, el talud artificial y los terrenos que flanquean el río Manzanares. A lo lejos el edificio del Alcázar Real de Madrid –antes del incendio que le otorgó un diseño diferente a la edificación del actual Palacio Real, como observa el investigador Alejandro Massó– y la Plaza Mayor. En primer plano varios toros y lidiadores.
En el fondo, la ciudad ha sido trazada con líneas rápidas y suaves; se observan el acueducto y los restos de la antigua muralla árabe; en el extremo el Convento de San Gil.
Una perspectiva irreal nos permite una mirada más amplia de la capital española de edificios torreados, templos, oratorios y conventos. Se conoce una versión semejante de este paisaje madrileño, pintado hacia 1650, y varias estampas anónimas con el tema de la vista del Alcázar en el acervo del Museo Municipal de Madrid.
Virginia Tovar Martín recuerda cómo este atisbo de Madrid ha logrado impresionar a numerosos escritores. Notable para nuestra historia literaria hispana, Félix Lope de Vega, en Santiago el Verde (1620), escribió: Manzanares claro, / río pequeño, / por faltarle el agua / corre en fuego.
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