La danza en México
La danza, como fenómeno social, suele estudiarse en dos polos opuestos. Por un lado, está la danza como expresión artística de alto nivel, perteneciente a las artes escénicas y realizada por profesionales. Por otro lado, está la danza como parte del folclore de las culturas, contexto en el que representa tradición e historia. De manera irónica, la danza como forma de entretenimiento rara vez es tomada en cuenta por historiadores y académicos, pese a ser la única que tiene un impacto directo en las masas.
AA Mimí_Derba_Compañía_Industrial_FotográficaMuseo del Estanquillo
Bajo esta consigna el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis se une al proyecto del Archivo Digital Ficheraz, para hacer un recuento histórico de la danza en el género chico en México: las vedettes, el cabaret, y su salto al cine y la televisión durante el siglo XX.
La danza, como forma de entretenimiento en México, ha evolucionado a través de las sucesivas influencias de artistas de todas partes del mundo, adaptándose a los ritmos musicales que estaban en boga encada época y adoptando elementos de las antiguas y nuevas formas de danza social.
Figuras como Esperanza Iris y María Conesa revolucionaron el espectáculo en México a principios del siglo XX. A través de géneros como la zarzuela, el cuplé y la opereta, las tiples lograban combinar el canto, la comedia y una forma primitiva de danza que, pese a carecer de técnica académica, resultaba sumamente
entretenida para el público mexicano de la época.
La llegada de artistas extranjeros durante este periodo impuso un nuevo formato al género. Desde países como Estados Unidos, Francia, España y Rusia se importaron a México espectáculos como el teatro de revista o el cabaret, ritmos como el charlestón y movimientos artísticos como el orientalismo. En la década de 1920 Figuras como Xenia Zarina y Carmen Tórtola Valencia trajeron un estilo de danza diferente, sumamente influenciado por el misticismo de figuras como Mata Hari y la Bella Otero, la innovación de Isadora Duncan y la elegancia de los Ballets Rusos. Inspiradas por la teatralidad de este tipo de espectáculos las tiples mexicanas empezaron a emular a las artistas europeas, dando origen a uno de los géneros artísticos de mayor tradición del país: el vedettismo. Esta primera generación de vedettes mexicanas abrió el camino para la siguiente, que saltó de los escenarios de teatros y centros nocturnos ala pantalla grande en los años 40: durante la época dorada del cine en México.
Rumberas
El género se gestó desde la década de 1920. Entre las mismas tiples de los grandes teatros de revista de principios del siglo XX ya había algunas que, de manera osada, se atrevían a bailar ritmos latinos como conga y rumba; sin embargo, el cenit de las rumberas llegó de la mano con la época de oro del cine mexicano. Ninón Sevilla, Rosa Carmina, Meche Barba, María Antonieta Pons y Amalia Aguilar, revolucionaron la industria del entretenimiento en México durante las décadas de 1940 y 1950. Fueron ellas quienes, al combinar pasos de samba, mambo y chachachá con música tropical, forjaron un estilo cabaretil que exudaba latinidad.
Ninón Sevilla cantando y bailando Sun Sun Babae en "Aventura en Río (1953) | TELE NMuseo del Estanquillo
De manera inmediata la producción cinematográfica nacional se volcó sobre ellas.
El cine de rumberas se convirtió en un género cinematográfico por sí mismo, uno de los más exitosos de la época; y sus estrellas, las rumberas, se consagraron como primeras actrices, bailarinas destacadas y símbolos sexuales.
LILIA PRADO baila que rico mambo (Alta calidad)Museo del Estanquillo
El furor por las películas de rumberas hizo que algunas actrices interpretaran papeles
de esta naturaleza. Figuras destacadas como María Felix, Silvia Derbez y Gloria Marín
son recordadas por sus roles como mujeres de cabaret en la pantalla grande; mientras
que actrices de la talla de Silvia Pinal, Lilia Prado, Ana Bertha Lepe y Ana Luisa Peluffo
hicieron carreras en paralelo a su actividad actoral como vedettes.
La hora azul, transmitida desde la XEW, traía la abstracción del sonido evocador que después se sumaba a las imágenes del cine y el recuerdo de las sensaciones del cabaret, para hacer un todo de experiencias que el radioescucha evocaba. La música de Toña la Negra, la voz profunda del Tenor Pedro Vargas, la lírica del bohemio Agustín Lara: eran el preámbulo de las artes de Terpsícore que se apreciaban en la pantalla de plata para el vulgo y en el cabaret para los elegidos. Sin embargo, el espectáculo no estaba completo hasta que aparecía la vedette en escena. Las rumberas fueron estrellas de innumerables caravanas artísticas, películas y espectáculos de variedades, en los que se codeaban con la crema y nata del ambiente artístico mexicano.
Pons SEÑOR JUEZ en Teatro del Crimen 2Museo del Estanquillo
María Antonieta Pons en un numero musical de la película ‘Teatro del Crimen’, 1957.
Exóticas
De manera simultánea a las rumberas, pero alejadas del glamour de la producción cinematográfica y los grandes teatros, surgieron las exóticas. Una variante dentro del mismo género de vedette que conmocionó al público de la época. Influenciadas por la música ‘Exótica’ (subgénero del lounge), la escena del burlesque americano y la cultura tiki, las exóticas aparecieron por primera vez en las carpas, pequeños teatros itinerantes en los que se presentaban espectáculos de comedia ligera para las clases populares. Luciendo diminutos vestuarios que dejaban poco a la imaginación y con pseudónimos extravagantes como Tundra, Tayluna, Kurumba, Nana y Kalantán, las exóticas vivieron en la clandestinidad hasta la llegada de Tongolele.
EL REY DEL BARRIOMuseo del Estanquillo
La capital del país se desvela y amanece invadida hasta el aturdimiento por las extrañas y juguetonas resonancias de una palabra: Tongolele. Tongolele en los periódicos. Tongolele en las portadas de la revistas.
Tongolele multiplicada en cientos de carteles que se disputan los muros
de la ciudad con los anuncios de box, toros y lucha libre. Tongolele va de boca en boca por cafés, restaurantes, cantinas, fiestas, reuniones. Desde las marquesinas de los teatros a las de cabarets y a las carteleras
cinematográficas.
Se ha desatado el tongolelismo y en un inútil esfuerzo para contrarrestarlo, las autoridades eclesiásticas reparten volantes a las
puertas de los teatros o los arrojan desde una avioneta sobre la ciudad para advertir: será excomulgado todo aquel que cometa el mortal
pecado de ver y aplaudir a Tongolele.
Carlos Monsiváis, prólogo de ‘No han matado a Tongolele’, 1994.
Kalantan in her Buddha Dance - 1953 - Original soundMuseo del Estanquillo
Si la rumberas eran la encarnación misma de la latinidad, las exóticas representaban la esencia
pura del erotismo. Sus actuaciones, disruptivas por naturaleza, eran una protesta en contra de los principios de la danza clásica, en el tenor de lo que hizo Isadora Duncan para inventar la danza moderna, solo que con menos ropa.
TONGOLELEMuseo del Estanquillo
Aullidos, gritos, movimientos inspirados por animales salvajes, desnudos — parciales y completos—, la evocación de una inminente naturaleza sexual. Aunque polémicas, y demasiado vanguardistas para la época, algunas exóticas como Tongolele, Su Muy Key y Kalantán lograron abrirse camino en los escenarios. Muchas otras lograron salir de las carpas y se volvieron personajes recurrentes en teatros de revista y cabarets.
De los años 50 a los 70, la vida nocturna en México creció de manera descomunal. La Ciudad de México —en ese entonces Distrito Federal—,se consolidó como una de las grandes capitales del entretenimiento a nivel mundial, y artistas de todo el mundo realizaban importantes temporadas en los distintos teatros, cabarets y salas de concierto. Estos lugares se convirtieron de manera gradual en el epicentro de la cultura en México, ya que con frecuencia eran visitados por figuras delas altas esferas políticas y artísticas del país.
Ya en la década de los 70, México contaba con una infraestructura de entretenimiento al nivel de Las Vegas. Y es durante esta, la época dorada del ambiente nocturno en México, cuando surge la última generación de grandes vedettes mexicanas.
OlgaBreeskin_en_1979 _DavidRicardo_ScanSuOtroYoMuseo del Estanquillo
Las carteleras anunciaban funciones de martes a domingo, y los espectáculos eran tan ricos que nadie se podía resistir. Las vedettes de esta época eran sumamente completas, sus repertorios incluían ritmos latinos, danza oriental, tahitiano, jazz y disco; muchas complementaban sus shows con números de acrobacia, animales exóticos, canto o el uso de algún instrumento musical. Además estaban acompañadas por cuerpos de baile de hasta 20 personas, orquesta en vivo y escenografías extraordinarias.
PRINCESA LEA vedette México burlesqueMuseo del Estanquillo
Olga Breeskin i plymer och strassMuseo del Estanquillo
Otras figuras destacadas de la época fueron Olga Breeskin y Gina Montes, que por su talento escénico, anatomía extraordinaria, carisma, y sex appeal saltaron a la televisión en horario estelar. Programas como ‘Variedades de Medianoche’, ‘Esta Noche es… Olga’, ‘La Carabina de Ambrosio’ y ‘Siempre en Domingo’ hacían eco de los fastuosos espectáculos que ejecutaban noche a noche las vedettes mexicanas.
Gina Montes en el openning del programa ‘La Carabina de Ambrosio’, 1978
También marcaron época en el cine. El Cine de Ficheras, género cinematográfico de los años 70 y 80, sigue siendo hasta el día de hoy uno de los periodos de mayor éxito en la historia de la cinematografía mexicana.
Habiendo conquistado los escenarios, el cine y la televisión, el declive de las vedettes llegó a mediados de la década de 1980. La vida nocturna en México comenzó a verse afectada por la crisis económica de 1982 (producto de la devaluación), que trajo consigo una oleada de inseguridad y violencia. Aunado a lo anterior, el Terremoto de México de 1985, marcó profundamente a la sociedad mexicana. La capital del país quedó destruida, y con ella se fueron centros nocturnos como el Capri del Hotel Regis, donde actuaron vedettes como Lyn May, Rossy Mendoza y Thelma Tixou; y el Belvedere del Hilton Continental donde Olga Breeskin había estelarizado por más de una década. A 36 años de distancia este tipo de espectáculos son hoy en día inexistentes. La danza como entretenimiento ya no se recuerda como parte de la cotidianidad, aún cuando a través de las redes sociales la gente sube sus propias coreografías, el concepto de diversión se ha transformado. Estos recuentos de tiples, rumberas, exóticas y vedettes son parte de una historia del cuerpo en movimiento que siempre será recordada.
Curaduría por Arturo Rico
Material:
Colección Carlos Monsiváis / Museo del Estanquillo
Archivo Ficheraz
Elaboración: Ana Laura Peña Aguilar
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