El culto a los muertos

En el antiguo Egipto

Coffin, anthropomorph (detail)Neues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Desde tiempo inmemorial, y al igual que muchas otras culturas, los antiguos egipcios creían que había vida después de la muerte. Sus pirámides gigantes, impresionantes templos funerarios y tumbas elaboradas son prueba de su arraigada creencia en la vida eterna. Como muestran las tumbas, no escatimaban esfuerzos —ni arquitectónicos ni de ningún otro tipo— para garantizar que el difunto tuviera un buen viaje al más allá y una buena estancia tras su llegada. Las decoraciones de ataúdes y sarcófagos, la momificación de los difuntos y los actos de culto en las tumbas nos proporcionan información detallada sobre este aspecto de la cultura.

Coffin, anthropomorph (detail)Neues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

La conservación del cuerpo era imprescindible para garantizar la vida eterna en el reino de los muertos. Los antiguos egipcios creían que, primero, el alma se separaba del cuerpo en la forma del ba, un ave con cabeza humana. Así, el cuerpo pasaba a ser una especie de cascarón despojado de alma. Una vez que la momificación y los rituales de resurrección habían tenido lugar, el cuerpo estaba listo para aceptar el alma de nuevo y emprender el viaje hacia la vida eterna. El proceso de momificación duraba unos setenta días.

Canopic jars of the lady Ta-mit (3rd Intermediate Period, mid 9th century BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

La momificación

Lo que sabemos sobre la momificación procede en gran parte de los escritos de dos historiadores griegos: Heródoto (siglo V a. C.) y Diodoro Sículo (siglo I a. C.), y se puede confirmar mediante la investigación. En primer lugar, los sacerdotes extraían los órganos del cuerpo y limpiaban ambos con natrón. Para asegurarse de que el cuerpo estuviera completo en el reino de los muertos, las vísceras se envolvían en paños de lino y se colocaban en cuatro recipientes especiales llamados vasos canopos. Desde la Dinastía XIX aproximadamente (1290-1190 a. C.), las tapas tenían forma de cabezas humanas o de animales. Eran las cabezas de los cuatro hijos de Horus.

Duamutef, con cabeza de chacal, albergaba el estómago; Hapi, con cabeza de babuino, los pulmones.

El dios Amset, con cabeza humana, cuidaba del hígado y, finalmente, de los intestinos se encargaba Qebehsennuf, con cabeza de halcón.

Mummy with Mummyportait of a child (family burrial) (Roman Empire) de UnknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Los embalsamadores ungían el cuerpo del difunto con resinas y aceites aromáticos. El corazón se embalsamaba y se volvía a colocar en el cuerpo. Después, el resto de las cavidades se rellenaba con distintas sustancias y el cuerpo entero se envolvía en vendas de lino intercaladas con amuletos.

Mummy Mask of a woman (Augustus, Oktavian) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Para finalizar, sobre la cara del difunto se colocaba una máscara funeraria elaborada con cartonaje y vendas de lino endurecidas con yeso.

Mummy Mask of Hor (Ptolemies, 100–50 BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Los rostros de las máscaras funerarias tenían los ojos muy abiertos y, siguiendo la creencia de que el oro era la piel de los dioses, a menudo estaban cubiertas de una capa dorada. La edad y las enfermedades les resultaban tan ajenas como la fealdad y la aflicción.

Coffin of Nespamai (Ptolemies, 323–30 BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

El rito funerario

Una vez momificado, el cuerpo se introducía en un ataúd de junco, madera o terracota, o más tarde de piedra. Desde al Imperio Nuevo, a los difuntos se los enterraba principalmente en ataúdes antropomorfos. Había veces en que se metían unos ataúdes dentro de otros.

Coffin of Hat (26th Dynasty, 610–595 BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Los ataúdes solían estar profusamente decorados con escenas y textos religiosos.

Casi la mitad de la tapa del ataúd la ocupa un ancho collar, muy típico de los féretros de Ajmín.

Sobre el ataúd de Hat, que data aproximadamente del año 600 a. C., podemos ver una Neftis alada. Como su hermana Isis, Neftis era la deidad de los difuntos, a los que acompaña en sus llantos hasta el más allá.

La parte inferior del ataúd está decorada con pequeños santuarios que muestran a los cuatro hijos de Horus, las divinidades guardianas de los vasos canopos.

Completan la escena las diosas Neftis e Isis, de rodillas, y dos chacales recostados, el animal que representa a Anubis, el antiguo dios egipcio de los ritos funerarios. Los chacales portan flagelos, que emiten un ruido que ahuyenta a los espíritus malignos.

Part of a tomb wall with a funeral procession (Tutankhamun, 1550–1292 BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

El ataúd con el difunto se llevaba al cementerio seguido de un cortejo fúnebre con los familiares, amigos, plañideras y sacerdotes. Ya en la sepultura, el sacerdote oficiaba la ceremonia de la apertura de la boca, en las que el difunto «resucitaba» mágicamente con la apertura simbólica de los ojos, la nariz y la boca.

Hijos en duelo en el «relieve del duelo» del ataúd de Ptahemhat (llamado Ty), sumo sacerdote de Ptah, hecho durante el reinado del faraón Tutankamón.

A lo largo de la ruta del cortejo, se erigía un arco ornamental. Las ofrendas que se dejaban eran una forma simbólica de alimentar tanto al difunto como a los dolientes. Cuando pasaba el féretro, los sirvientes rompían las vasijas.

Sacrificial chamber of Merib (Late 4th Dynasty) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Tumbas y sarcófagos

Los difuntos del antiguo Egipto encontraban su destino eterno en tumbas con intrincadas decoraciones. La construcción se iniciaba antes de la muerte del difunto, por lo que este podía opinar sobre el tamaño y otros detalles. Las majestuosas pirámides en las que descansan los faraones egipcios son muy conocidas, pero la gente de clases más bajas tampoco escatimaba en gastos a la hora de levantar su tumba y asegurarse así una buena posición social en el más allá. Las tumbas de los funcionarios están ahora en el Museo Egipcio de Berlín y representan el momento álgido de los relieves en tumbas egipcias, con motivos de una riqueza sin parangón.

Sacrificial Chamber of Merib (4th-5th Dynasty) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

La tumba era también un monumento conmemorativo para la familia. Al pronunciar el nombre del difunto y celebrar sacrificios rituales, aseguraban su vida eterna en el más allá.

En el Imperio Antiguo (2707-2202 a. C.), la capilla de las ofrendas estaba en el interior de la tumba.

El elemento arquitectónico más importante era una falsa puerta tallada de un solo bloque de piedra. Esta indicaba el lugar por donde el alma del difunto podía entrar y salir, posibilitando así el contacto entre los vivos y los muertos.

Cast, Sacrificial Chamber of Merib (4th–5th Dynasty) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Estas puertas falsas se solían pintar de colores vivos y mostraban al difunto sentado en una mesa repleta de ofrendas. Debajo y al lado de la mesa, se pintaban también otros objetos de uso cotidiano, además de familiares y sirvientes.

La exquisita decoración de las capillas es una clara prueba del deseo de llevar una vida de abundancia y opulencia en el más allá.

Egyptian Courtyard, Neues Museum, Museum Island Berlin (1843/2009) de Friedrich August Stüler / David Chipperfield a.o.Neues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Las cámaras funerarias, donde se enterraba a los difuntos en pesados sarcófagos o ataúdes, estaban normalmente debajo de las capillas. La forma de los sarcófagos cambió mucho durante las épocas faraónicas.

Los sarcófagos antropomorfos elevaban la forma de las momias a un estatus monumental. Al igual que las momias, estos sepulcros eran una especie de capullo que albergaba los cuerpos y les permitía transformarse en su interior para pasar a la vida eterna en el más allá.

Estos sarcófagos oscuros de granito o basalto llegaban a pesar hasta diez toneladas y estaban cubiertos de relieves e inscripciones con escenas del más allá.


Una versión más amplia de lo que se esculpía en la piedra se reproducía también en papiros que se colocaban en la tumba.

Book of the Dead of Neferini (hieratic) (Ptolemaic period, 4th–1st century BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

El juicio de los muertos y las creencias sobre el más allá

Desde los tiempos del Imperio Nuevo, los libros de los muertos tenían una longitud de hasta veinte metros y mostraban con gran realismo los textos e imágenes de los juicios a los que era sometido el difunto en su viaje hacia el más allá. Esta era una prueba ineludible para entrar en el mundo de los muertos. Si no pasaba los juicios, el difunto moría una última vez como castigo.

Un ejemplo especialmente suntuoso es el libro de los muertos de Neferini, que data de los siglos IV-I a. C.

El juicio en el que se pesa el corazón, el más importante del viaje hacia el más allá, ocupa buena parte del papiro.

Un tribunal de cuarenta y dos jueces presidido por Osiris emitía el veredicto en función de la vida que había llevado el difunto.

La persona tenía que justificar las acciones realizadas durante su vida y declarar bajo juramento que no había cometido ninguno de los cuarenta y dos pecados posibles.

Por último, el corazón se ponía en un platillo de la balanza y, en el otro, una pluma de Maat, la diosa de la verdad.

El dios Anubis, con cabeza de chacal, supervisaba el proceso y Thot, con cabeza de ibis, tomaba nota del veredicto en su capacidad de escriba de los dioses.

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Ofrendas a los muertos

Una vez superados todos los juicios, el difunto pasaba al reino de los muertos, donde, para los egipcios, la vida era un reflejo de la de este mundo. Por eso se los enterraba con tantos objetos, porque los necesitarían en el más allá. Algunos ejemplos son utensilios de cocina, joyas, cofres y envases para maquillaje que el difunto había comprado durante su vida con la idea de llevarlos a la vida eterna. También dejaban instrumentos musicales en las tumbas para entretener a los muertos en el más allá.

Lyre, Artist unknown, 18th Dynasty, c. 1450 BCE, De la colección de Neues Museum, Staatliche Museen zu Berlin
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Cosmetic casket with two containers, Artist unknown, New Kingdom, 1550–1070 BCE, De la colección de Neues Museum, Staatliche Museen zu Berlin
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Ten Uschebti-Figures (1550–320 BCE) de Artist unknownNeues Museum, Staatliche Museen zu Berlin

Los egipcios esperaban tener sirvientes para los duros trabajos agrícolas en el más allá.

Estas estatuillas llamadas «shabtis» llevaban inscrito el nombre del difunto y se colocaban en las tumbas, a la espera de suplantar al muerto cuando a este se le llamara para hacer las labores agrícolas. En sus brazos cruzados, los «shabtis» sostienen azadas y hoces, y algunos llevan sacos a la espalda.

Lo ideal era tener 360 figuras: una para cada día del año, con cinco días de descanso.

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Su desmesurada obsesión con la vida después de la muerte procede de la arraigada mitología de los antiguos egipcios, que los llevó a desarrollar un amplio repertorio de actos culturales para la otra vida en el más allá.

La Colección del Museo de Egipto y de Papiros de Berlín, una de las más grandes del mundo sobre esta cultura, ofrece un recorrido detallado por la historia del culto de los muertos en el antiguo Egipto gracias a los objetos que alberga. Sin duda, ¡merece una visita!

Créditos: Historia

Traducido por Clara Llamas-Gómez

Text: Ägyptisches Museum und Paprussammlung, Museen zu Berlin - Preußischer Kulturbesitz / Prestel

Concept: Jutta Dette, Verena Lepper
Editing: Jutta Dette
Translation: Catherine Hales, Sephan Schmidt

© Staatliche Museen zu Berlin – Preußischer Kulturbesitz

www.smb.museum
Ägyptisches Museum und Papyrussammlung

Créditos: todo el contenido multimedia
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