Cándido López se formó como pintor en Buenos Aires. Al poco tiempo de iniciarse la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), en la que Argentina, Brasil y Uruguay se enfrentaron a Paraguay, se alistó en el ejército argentino como soldado voluntario. En sus cuadernos de dibujos, como si se tratara de un cronista de guerra, registró distintos momentos vividos en la campaña, que luego trasladó a pinturas. La serie de obras sobre la Guerra de la Triple Alianza pintada por Cándido López fue donada por los descendientes del artista al Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina en la década de 1960.
Vista interior de curuzu mirado de aguas arribas (1891) de Lopez CandidoMuseo Nacional de Bellas Artes de Argentina
En esta obra, Cándido López registra los preparativos de los aliados durante la jornada del 20 de septiembre de 1866, días antes de enfrentarse al ejército de Paraguay en Curupaytí. El pintor fue herido en esta batalla, el 22 de septiembre, y allí recibió los primeros auxilios.
Las escenas reunidas en la serie que pertenece al Museo Nacional de Bellas Artes son presentadas con fidelidad documental en formato apaisado, que le permite al artista incorporar numerosos personajes e incluir la diversidad de objetos utilizados en el combate. Con el recurso del punto de vista alto, Cándido López narra en detalle la actividad cotidiana en el campamento, bordeado por las aguas del río Paraguay.
El fuerte de Curuzú estaba ubicado en territorio paraguayo, junto al río Paraguay. Cándido López describió la fortaleza de Curuzú como una “trinchera de tierra bastante sólida con un foso adelante, artillada con trece cañones de distintos calibres; su flanco derecho se apoyaba en la barranca del río, y su izquierdo en una extensa laguna con una pequeña palizada. En el interior del recinto amurallado existe un monte ralo en el que predominan los altos curupayes”.
En este espacio, el artista destaca la presencia del ejército brasileño, comandado por el Vizconde Porto Alegre. El militar aparece sentado delante de una carpa con toldo a rayas, diseño que la diferencia del resto de las carpas blancas y señala la jerarquía del personaje. También puede verse la bandera de Brasil y, más atrás, la de Argentina.
En el río se observan los palos del acorazado Río de Janeiro, que el ejército paraguayo había hundido con dos torpedos días antes. La mayor parte de la tripulación, incluido el capitán, murió durante el ataque.
La representación de los árboles con troncos altos contribuye a despejar la visión en el plano inferior, y destaca las pequeñas escenas y personajes.
El campamento, que había pertenecido a los paraguayos, muestra indicios de la batalla ganada por el ejército aliado, como la escalera del vigía a punto de romperse, al pie de la muralla, y los troncos de los árboles quebrados.
El artista representa los ranchos con techos de paja abandonados por los paraguayos, las mantas secándose al sol, los hombres cargando bolsas, los jefes dando indicaciones, las fogatas, y las compañías de negros Bazanos, que pocas veces eran vistas en tierra.
En el campamento se había organizado un cementerio para dar sepultura a los oficiales paraguayos caídos en combate.
En la obra de Cándido López, la figura humana se ve empequeñecida ante la magnitud del paisaje. El artista no se detiene en detallar la fisonomía de los personajes. Cada soldado es un repertorio de vestimentas (que distinguen sus rangos y tareas), y de actitudes, movimientos, ocupaciones.
Al mismo tiempo, las figuras no disminuyen su tamaño a medida que se alejan del primer plano de la composición. Sin importar en qué sector de la tela estén ubicados, Cándido López pinta a todos los personajes en un tamaño semejante o varía las proporciones de modo poco convencional. Estas licencias en la representación están en función de las intenciones del artista de documentar los acontecimientos que había experimentado durante la Guerra del Paraguay.
Cándido López anota en sus cuadernos el aspecto animado y pintoresco del río Paraguay: “Gran gran cantidad de buques se movían en distintas direcciones, allí estaba la numerosa Escuadra brasileña, también los pocos buques argentinos y sus transportes fletados. A esto se agregaba la gran cantidad de embarcaciones de comercio, de variadas dimensiones y formas. Del otro lado de la isla de Curuzú se veía una línea interminable de mástiles con banderas de distintas naciones, siendo las más, italianas”.
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