La Guerra de los Ochenta Años (1568- 1648) hizo que el arte flamenco tuviera que reinventarse. La lucha armada contra el dominio español no sólo movilizó a la nobleza de los Países Bajos, en un territorio ganado al mar con profunda insatisfacción social. La Reforma Protestante, en sus vertientes calvinista y baptista, hizo que las tradiciones culturales propias del catolicismo viraran. Las representaciones populares expresaban una transformación de los intereses en distintos aspectos de la vida social.
Desde 1616 tanto Droochsloot como sus contemporáneos pertenecieron al Gremio de San Lucas, también conocido como Escuela de Utrecht. El artista neerlandés nunca abandonó las escenas costumbristas; su producción más importante está constituida por paisajes urbanos, pequeñas aldeas, escenas festivas, así como plazas y mercados. La naturaleza y la vida cotidiana fueron temas que pintó con mayor virtud plástica bajo una meticulosa mirada descriptiva.
A diferencia de otros grandes maestros de la Escuela holandesa, como en el caso de Jan Havickszoon Steen (1625/1626-1679) o Gabriël Metsu (1629-1665), el pintor fue heredero del preciosismo de Pieter Brueghel, el Viejo (¿1525?-1569), y David Vinckboons (c 1576- 1632). Esta tradición marcó su individualidad, al capturar formas de convivencia éticas y morales después de la Paz de Westfalia (1648). Arnold Houbraken (1660-1719) comentó en su libro póstumo, El gran teatro de los artistas y pintores neerlandeses (1718-1721), que sus escenas eran tan populares como el célebre género de las naturalezas muertas y bodegones.
Por lo general, sus óleos están compuestos por calles o senderos que ocupan toda la tabla.
El terreno espacial y la perspectiva muestran al espectador un horizonte sobre el cual puede descansar la mirada. En esta composición el equilibrio de los colores marrones y azules da como resultado una imagen idílica del pintoresco campo septentrional.