Cuadro de comedor

Cuadros costumbristas, bodegones y retratos son los tres principales géneros en que se reconoce el trabajo de José Agustín Arrieta. Reina en ellos el aire típico de la tierra donde vivió durante la segunda mitad del siglo XIX, periodo en que se ponen los cimientos de la iconografía con que se representará lo nacional. Se sabe que Arrieta vivió desde muy pequeño en Puebla y que realizó ahí sus estudios en la Academia, segunda en importancia para las artes con la de Jalisco, después de la de San Carlos. Su espíritu romántico se destaca con especial valor en los bodegones. Hábil en la composición y en la técnica, crea con desenvoltura un espacio animado y de colorido pleno en la evocación de sabores, olores y texturas de alimentos, flores y objetos culinarios típicos de Puebla y Tlaxcala. En este sentido, Octavio Paz comenta las pinturas de Arrieta: Pintó escenas de costumbres con tipos populares que nos hacen sonreír. Su punto flaco es el pintoresquismo; su fuerte, los espléndidos bodegones en donde triunfa su sentido de la composición, su preciso dibujo, sus colores vivos y netos, su consensualidad.
Es el autor mexicano de bodegones del siglo XIX por antonomasia.
En su producción se distinguen alacenas, de mesa o comedor, de animales de caza y mesas de cocina desordenadas. Los términos más usuales para referirse en esa época a este tipo de pinturas fueron alacenas y cuadros de comedor. Bernardo Olivares Iriarte, crítico e historiador del arte poblano, definía en 1874 estos cuadros de Arrieta como: Obras que se componen de la reproducción de todo género de objetos, piezas de cristal, porcelana, objetos de bronce, frutas, flores, recaudo de cocina, legumbres, peces, aves, […] todo combinado y reuniendo las piezas que entre sí concuerden, ha hecho composiciones de bastante mérito por la verdad y completa ilusión que les ha dado. Este género de obras todos han convenido que hasta la presente no ha tenido rival en la ciudad. Las alacenas muestran sobre todo alimentos que serán preparados, mientras que los cuadros de mesa o comedor disponen los que están listos para ser consumidos. En cuanto a los bodegones con animales de caza, Arrieta prácticamente no incluye sino este tipo de elementos. Además de los objetos típicos de la región poblano-tlaxcalteca, es común encontrar loros y gatos vivos en algunos. Mónica López Velarde observa que: Todas las pinturas […] tienen como distintivo el borde de la mesa que sostiene los objetos. Lo más usual es ver representadas, sobre un fondo generalmente oscuro, en la parte posterior, las piezas más grandes –botellas de vino, licores, barricas de madera u ollas de barro, o canastas de palma–, y en el centro, un recurso que como cúspide triangulará la composición: un florero, un frutero, o motivos coronados por un vaso o una copa. Y más adelante, destaca la cuidadosa interpretación de los cristales que evoca el maravilloso artificio que significa la pintura.
El bodegón más temprano conocido en la producción de Arrieta data de 1843. En 1851 y 1855 envía alacenas para las exposiciones de Bellas Artes de Puebla. A lo largo de treinta años, entre 1840 y 1874, será constante en la creación de cuadros de comedor. Murió a los setenta y dos años de congestión cerebral. Su participación en el movimiento liberal lo hizo un personaje conocido y no exento de las polémicas de esos días; la prensa habló de él como un auténtico precursor de la pintura mexicana, y refirió su aspecto controvertible como un romántico cabal, bohemio, trasnochador, nunca beodo; como siempre se rió de los prejuicios sociales vanos de su época, pronto se le tildó, por los retrógrados y envidiosos, como un artista lépero y más tarde, cuando demostró su pensamiento liberal, se le tildó como «jacobino», lo que le acarreó el ostracismo de las clases pudientes.