Danza rústica afuera de una posada

El impulso artístico que tuvo lugar entre los siglos XVII y XVIII fue paralelo a la creación de estados y naciones. Los Países Bajos, con su realismo y manejo de luz, crearon piezas emblemáticas en su llamado Siglo de Oro. Durante ese tiempo dinastías como los Brueghel o los Van de Velde obtuvieron renombre e influyeron en un sinnúmero de pintores. De igual manera, el área germana tuvo contacto con las creaciones del artista Jean-Antonie Watteau (1684-1721) quien, al ser de Valenciennes, recién adherida al territorio francés, introdujo escenas naturales y sencillas en el ambiente cortesano. Tal es el caso de Franz Christoph Janneck, nacido en Graz, Austria, quien en sus inicios fue uno de los seguidores más asiduos del preciosismo flamenco.
Aunque la pintura de género no estuvo dirigida a la aristocracia, el gremio artístico logró ser tan popular que casi todos los personajes de alcurnia tenían en sus hogares cuadros como éste. Así, el austríaco desarrolló una afición por esas representaciones y fusionó la tradición con el estilo barroco. Al igual que su contemporáneo Johann Georg Platzer (1704-1761), sus óleos, de escenas o fiestas galantes [fêtes galantes], fueron en su mayoría de pequeño formato y sobre láminas de cobre. Sus estudios del Rococó en la Academia de Bellas Artes en Viena hicieron que fijara su atención en los contextos bucólicos y burgueses. Esta obra recrea esos paisajes flamencos llenos de sutileza y color. La imagen muestra la calidad pictórica de sus primeros años como artista. Músicos y curiosos acompañan el baile del pueblo. Los detalles en las escenas evocan a Pieter Brueghel, el Viejo (1525-1569), al igual que los temas, los cuales reflejan una aguda crítica a la moral de la sociedad.