Henry Wellesley, primer barón de Cowley (1773-1847), fue un distinguido diplomático y político inglés. El hermano menor de Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, fue nombrado en 1791 embajador británico en La Haya, Países Bajos. Al año siguiente, se convirtió en secretario de la Legación en Estocolmo. Justo entonces adquirió esta veduta.
En palabras del especialista sir Michael Vincent Levey: Guardi dejó a la ciudad flotante en una frágil estabilidad, como si flotara en una burbuja entre la extensión de las aguas y la acuosidad del cielo. Nada es inmóvil: góndolas, velámenes y hasta los propios edificios no parecen descansar a lo largo del Gran Canal.
Hasta 1954, cuando la viuda del segundo y último vizconde Bertie de Thame decidió ponerlo a la venta, este óleo tuvo como hermano Isla Mayor de San Jorge y la Punta de la Giudecca.
La belleza de esta obra estudiada por el célebre Dario Succi, guarda relación con el óleo del acervo Linsky en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, así como con el que resguarda la pinacoteca Bissey en París, y el de los fondos Wallace en Londres. En ellas, como en esta tabla hoy mexicana, el preciosismo típico delineó la arquitectura con un pincel de marta.
La pintura cuenta con un meticuloso registro de sus antiguos propietarios. Sabemos que Wellesley lo dejó en la capital británica durante su viaje a Lisboa, donde fue aprehendido por los franceses durante la época del Terror. Asimismo, se quedó en Europa cuando viajó a India y luego de su controvertido divorcio ante el abandono de su mujer en 1809, esta vista pasó a su primogénito Henry Richard Charles Wellesley, conde de Cowley, quien por 15 años fuera embajador del Reino Unido en París.
De la nutrida galería veneciana en el acervo de Fundación Carlos Slim esta obra es una de las más significativas. Aquí, Guardi no reproduce una estampa del Gran Canal, lo reinterpreta. Nietzsche dirá: Cien profundas soledades forman juntas la ciudad de Venecia –ésa es su magia–. Una imagen para los hombres del futuro.