Se cumple una centuria desde que el fotógrafo alemán Guillermo Kahlo se hizo cargo en México de una gran encomienda: el “Registro de Templos de Propiedad Federal”, a través de la fotografía, oficio aprendido en este su país adoptivo y que para entonces dominaba con maestría
Con su pesada cámara Century, Kahlo recorrió además de la Ciudad de México, los estados de Jalisco, Guanajuato, México, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tlaxcala entre otros.
De manera constante presenta el registro del monumento, iniciando con una vista general del exterior, seguida por la fachada y vistas del interior desde el sotocoro hacia el ábside y viceversa.
Continúa con los retablos –cuando los hay–, vistas de la cúpula y otros detalles, para terminar con las torres o bóvedas y aunque esta regla siempre se cumple en los monumentos que le parecieron arquitectónicamente más altivos, del resto deja constancia a través de las que debieron ser las mejores tomas del sitio, es decir que siempre hay alguna vista que lo representa dignamente.
El meticuloso registro fue elaborado en placas negativas de vidrio de 11” x 14”, a partir de las cuales se ha impreso esta serie de fotografías que constituyen una breve muestra del quehacer de Guillermo Kahlo, autor de impecables imágenes donde reina el orden, la proporción, el equilibrio y la simetría; logros posibles gracias al dominio de la técnica y de un previo y acucioso estudio del espacio a fotografiar.
Forma parte de esta muestra los suntuosos interiores que exploran minuciosamente el esplendor del barroco novohispano en los templos de Ocotlán y la Enseñanza, en Tlaxcala y Ciudad de México respectivamente. En contraposición, los interiores decimonónicos desprovistos de ostentación y otros más de corte vernáculo, aunque no por ello menos distinguidos de las iglesias de San Juan Bautista y de la Santa Cruz, ubicadas en Ciudad de México y en Metepec, Estado de México, respectivamente.
Este registro de Kahlo, aún cuando no es el primero ni el único testimonio arquitectónico emprendido durante el Porfiriato y años subsecuentes, constituye un magistral ejemplo del soberbio trabajo desarrollado por el autor, exponiendo el uso de la fotografía como medio de registro y control en la que se reconocen valores estéticos y artísticos que la insertan dentro del patrimonio fotográfico de México.
Curaduría y texto: Mayra Mendoza