La historia del origen del Ballroom se remonta a los tiempos del Harlem Renaissance, aunque la escena tal como se conoce hoy en día arrancaría en los años 70.

A principios de la década de 1970, también conocida como la época dorada, la legendaria drag queen trans Crystal LaBeija empezó a organizar bailes específicamente para negros como respuesta al racismo en la escena drag del centro de Nueva York. Poco después, fundó la House of LaBeija. 

Después de que Crystal LaBeija creara la Casa LaBeija, pronto le siguieron otras casas: Chanel, Ebony, Extravaganza, Dupree. Pendavis, Corey y Lawong.

Muchas de estas casas fueron fundadas por mujeres trans negras que crearon espacios de poder, resistencia y amor.

Las casas de Ballroom están estructuradas para preparar a sus miembros para los bailes y, lo que es más importante, para servir de familias elegidas. Muchos jóvenes negros queer y trans, renegados por sus padres y rechazados por sus familias y comunidades, han encontrado un refugio seguro en las casas Ballroom

Las casas tienen "madres" y "padres" ungidos que guían y apoyan a sus "hijos". Los padres de la casa se convierten en abuelos y padrinos de la siguiente generación, y ascienden en la jeraraquía de la casa, convirtiéndose en leyendas y, finalmente, en iconos.

El Ballroom nace en Nueva York. En los distintos barrios del Village, Harlem y los muelles de Christopher Street. Aunque el Ballroom y Nueva York han cambiado, Nueva York es -y siempre será- su Meca. 

Algunos de los primeros bailes se celebraron en el Harlem YMCA en los años 70, como se ve en esta fotografía de Gerard Gaskins.

El Ballroom ha viajado hasta París, Berlín, Moscú, Tokio, Ciudad de México y Jerusalén, proporcionando a las comunidades LGBTQ+ libertad, creatividad y alegría. Al igual que el jazz y el hip hop, el Ballroom forma parte de la gran historia del genio negro que ha creado revoluciones culturales y mundiales.

La cultura popular siempre se ha apropiado del genio del Ballroom: en el lenguaje, el baile y la moda. Demasiado a menudo se ha hecho sin reconocer el mérito de la comunidad. Pero todo pertenece al Ballroom, y es hora de honrar su cultura.