Nuestra Señora de la Luz (Siglo XVIII) de José Cortés de AlcocerMuseo Colonial
La advocación de Nuestra Señora de la Luz surgió en Palermo, Italia, a comienzos del siglo XVIII. Según se cuenta, el jesuita Juan Antonio Genovesi pidió a una mujer conocida por sus visiones místicas que le transmitiera una imagen de la Virgen para plasmarla en una pintura. La representación que surgió de la petición del sacerdote sirvió como modelo para esta iconografía, muy popular en el Virreinato del Perú y en Quito.
A esta advocación mariana se le atribuyó el poder de salvar a las almas del Purgatorio. Como se ve en el centro de la imagen, María sostiene con su mano derecha una de las ánimas salvadas, mientras que en el brazo izquierdo lleva al Niño Jesús. Arrodillado ante el pequeño, vemos a un ángel, que le ofrece una canasta con los corazones de los fieles.
Los religiosos de la Orden del Carmelo se opusieron rotundamente a esta imagen, ya que para ellos, la patrona de las almas purgantes era la Virgen del Carmen.
En el segmento superior de la composición y rodeada de nubes y algunos querubines, aparece la Trinidad. San Miguel Arcángel
—ataviado con una armadura— y un ángel se disponen a coronar a María.
La Compañía de Jesús patrocinó la devoción a esta Virgen. Por esta razón, en la parte inferior de la imagen están representados sus integrantes más reconocidos. Bajo los pies de la Virgen se ve a san Ignacio de Loyola y a san Francisco Javier. Frente a ellos se encuentra un libro con la divisa de la Compañía: Ad maiorem Dei gloriam, que traduce ‘Para la mayor gloria de Dios’.
A la izquierda de la imagen vemos las figuras de Paulo Miki, Juan de Gotó y Diego Kisai, conocidos como mártires del Japón, ya que en medio de sus misiones de evangelización fueron ejecutados por las autoridades de dicho país. Los acompaña san Francisco de Borja, quien sostiene una calavera coronada, señal de su desprecio por la vida terrenal y los títulos nobiliarios que ostentó.
Hacia la derecha de la pintura se observa al reconocido misionero san Juan Francisco Régis y a los santos Estanislao Kostka y Luis Gonzaga, a quienes se identifica por sus rasgos juveniles, pues murieron a temprana edad.
Aunque en la Nueva Granada esta imagen no contó con una amplia difusión, se sabe que en 1761 el virrey Solís donó una pintura de esta advocación a la Capilla de indios de la Casa de las Aulas —hoy Museo Colonial—, donde se fundó una cofradía en su honor.
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