La cosecha

Para Charles-François Daubigny, el atractivo estético de una campesina rodeada por altos tallos es lo que sirve de pretexto para pintar campos de cereales.

En un paisaje salpicado de nubes rosadas por el cielo del atardecer, una campesina corre para juntarse con otros campesinos que labran los campos con esfuerzo a unos metros de distancia.

El horizonte se compone de matorrales de árboles y altas colinas cerca de la hacienda.

Los detalles artísticos de esta representación de la cosecha son excepcionales en esta pintura de gran tamaño.

La intensidad de los colores, del verde oscuro al amarillo dorado; el grosor de los largos trazos, fluidos y ágiles; los tallos doblándose con la fuerza del viento; el delicado toque de los motas de azul y rojo que unen a los campesinos, los acianos y las amapolas...

todo se funde para lograr una representación hiperrealista.

Y la composición de la escena no es menos admirable. Caminando hacia delante con sus brazos llenos de oro, la joven campesina parece abrir el campo bajo sus pies mientras avanza, como invitándonos a que la sigamos.