La esencia del retrato está ligada al enigma, a las preguntas más que a las certezas, en cuanto alguien intenta definirlo se topa con un gran problema: en la medida en que no hay ser vivo que deje de transformarse ni individuo que no busque igualar su apariencia real con su imagen ideal, es imposible que el artefacto encargado de registrar, comentar o criticar esta aspiración pueda describirse con sencillez.
Mientras el individuo y su imagen sigan evolucionando, ninguna definición de retrato será definitiva: de ahí su fuerza y las ilimitadas posibilidades de este género.
La intención de un retrato difícilmente puede ocultarse: siempre pregunta por alguien pero las respuestas nunca son las mismas. ¿Cómo me veo?, ¿cómo me ven?, ¿quién es el otro?, ¿cómo lo veo?, ¿a quién me parezco?, son cuestiones que surgen en cuanto nos convertimos en imagen fotográfica.
Mientras algunos fotógrafos van a la caza del instante o de la revelación perdurable de los rasgos del rostro, otros nos invitan a preguntarnos en dónde radica la esencia de la identidad. Si el retrato fuera exclusivamente un sinónimo de la faz humana, ¿qué ocurriría en los casos en que este no exige la presencia de un rostro, sino la disolución del mismo?
¿Podríamos considerar que un retrato sigue siendo tal después de que un artista o un aficionado ha alterado o disuelto los rasgos esenciales del modelo?, ¿y por qué en algunos casos tenemos la convicción de estar ante un retrato cabal aun cuando el fotógrafo describa una identidad a partir de su ausencia?
Desde los inicios de la fotografía, la experiencia de crear un retrato se concentraba en captar los aspectos que definían a una persona, ya fuera a través de su carácter, de sus gustos, o de aquellas cualidades físicas o morales que la convertían en un ser único.
Lejos de esta tendencia, el retrato fotográfico contemporáneo tiende a distanciarse de aquellas representaciones que buscan un equilibrio entre el ser y el parecer.
Aunque la práctica social del retrato, en especial a través de los medios de comunicación, siguen exaltando la belleza del rostro, el retrato fotográfico contemporáneo no busca prioritariamente la semejanza, la duplicación de los rasgos o la obtención de una verdad física o psicológica a propósito de un individuo; el ejercicio de hacer un retrato se acerca más a una reflexión e interpretación personal en torno a los misterios de la identidad.
Además de revelar cómo es el sujeto representado, el retrato fotográfico contemporáneo nos cuestiona sobre la esencia misma, misteriosa e inabarcable, de la representación de una identidad. Es por esto que los artistas exploran nuevas vías para responder quiénes somos.
Al cuestionar las fronteras del género, los límites y las reglas que rigieron su manufactura, nos preguntan qué tan flexibles son nuestras ideas: lo íntimo pasa al dominio público, se revelan aspectos que antes no eran mostrados, se ponen en tela de juicio los mitos en torno a la familia y la representación de la misma, se mezclan tiempos, seres y espacios, se crean identidades paralelas.
Esta selección de retratos es representativa del libro A través de la máscara. Metamorfosis del retrato fotográfico en México que reúne diversos conjuntos de imágenes que exploran las fronteras de este género fotográfico desde perspectivas y asociaciones muy distintas.
Si estas imágenes tienen algo en común es que la mayoría parece orbitar en torno a dos nociones inseparables que han estado ligadas a la historia del retrato y al concepto de identidad: la máscara y la metamorfosis. Sabemos que a pesar de ser la zona más sensible y comunicativa del ser humano, el rostro no contiene la interioridad del ser.
Sin embargo, estamos expuestos a su capacidad simultánea de revelar y encubrir emociones. En él, todas las máscaras conviven, se sobreponen, se entremezclan. Esta muestra nos recuerda hasta qué punto el rostro es blanco permanente de una metamorfosis en la que no solo está en juego su inevitable transformación, sino nuestra idea misma de retrato, anclados ambos en la tensión de lo temporal y lo permanente.
Las herencias del retrato
Mientras que para algunos la fuerza del retrato fotográfico radica en su relación con el pasado, en la tensión entre lo permanente y lo transitorio, para otros, su fuerza y fascinación consiste en su reflexión sobre la relación que cada quien tiene con su propia imagen y con la imagen de uno mismo en relación con las de los demás.
A lo largo de su historia, el retrato fotográfico no ha dejado de ser un objeto simbólico, un vehículo y una herramienta para explorar, exaltar y afianzar identidades.
No son pocos los artistas que han incorporado los avances tecnológicos para investigar distintos rasgos de la identidad individual o colectiva a través de sus imágenes. Al mezclar, combinar, sobreponer rostros y cuerpos para crear prototipos ideales, rostros simbólicos y representativos, algunas prácticas contemporáneas han indagado sobre esta cuestión.
El retrato de la tribu
Como demuestra el retrato fotográfico, nuestra identidad social suele ocultar nuestra identidad particular. Cuando nos preguntan quiénes somos, solemos responder a qué comunidad pertenecemos, de cuál nos sentimos parte, qué rol desempeñamos o qué afinidad mental o espiritual compartimos con el resto del clan.
La identidad está anclada a elementos que se comparten con una colectividad. Observando al Otro, intuyo quién soy.
El pacto con el fotógrafo
Posar equivale a crear una figura, a colocarse en un espacio determinado frente a la cámara y a asumir una actitud al adoptar una postura. Quien posa no pierde de vista que el retrato aspira a sobrevivir al momento. Cómo posar, qué apariencia adoptar para representar lo que uno desea ser, una tarea inacabada, si consideramos que en lo que respecta a la identidad no hay soluciones ni respuestas definitivas.
Menos aún si tomamos en cuenta que cuando uno se encuentra frente a la cámara para ser retratado también está bajo la mirada de Otro (aunque ese Otro sea uno mismo) y que esta segunda persona puede ser quien revele, nos guste o no, quién es en verdad uno mismo.
Metamorfosis
Hay quienes en el momento de retratarse buscan un registro de la transformación de su cuerpo y su rostro: un retrato que confirme su existencia. Hay quienes buscan construir una imagen ideal de sí mismos para regocijo personal o para mostrarla socialmente. Otros aprovechan la oportunidad para disfrazarse y explorar otras facetas de su apariencia, para crear nuevas personalidades.
Pero también hay metamorfosis de origen mental o emocional. Para algunos, sobrevivir implica cambiar de piel o de sexo, escapar del propio cuerpo, modelarlo, metamorfosear, reinventar el rostro o la identidad. En ciertos casos, solo el retrato fotográfico es capaz de revelar las metamorfosis, sean inmensas o sutiles.
Con frecuencia ocurre que nos desconocemos al vernos retratados, nos sorprende nuestra propia máscara, nuestra propia invención. Y solemos decir: <<Ese no soy yo>> Pero, como diría Graham Clarke: <<Si no soy yo, ¿quién más podría ser?>>
Otro de los milagros del retrato fotográfico es que nos solo nos confronta con nuestra imagen a través del tiempo, sino que nos permite confrontar a ese otro que lleva nuestra máscara y preguntarnos quién es en realidad.
Esta exposición está basada en el libro A través del máscara. Metamorfosis del retrato fotográfico en México (Vesta Mónica Herrerías y Pablo Ortiz Monasterio), realizado por la Dirección de Artes Visuales de Fundación Televisa.
Texto: Vesta Mónica Herrerías.
Exposición virtual: Cecilia Absalón Huízar.
Digitalización y edición de imágenes: Omar Espinoza y Saúl Ruelas.